¿Cuándo se le había
ocurrido aquella idea absurda? Dicen que hay que tocar fondo para tomar impulso
y salir a flote. Leandro creía que llevaba ya años paseando por el fondo hasta
que ocurrió el episodio de los huevos.
Resulta que un día estaba
esperando para cruzar un paso de peatones, de vuelta de su trabajo de mierda, después
de un día de mierda. Para colmo, iba cargado con un gran cartón con cuatro
docenas de huevos que le había encargado su tía Elpidia porque cerca de su
oficina los vendían más baratos. Iban a estar cenando tortilla francesa hasta
la resurrección de los justos. Por el camino había comprado un cuponazo de la
ONCE (seis millones de pepinos de premio). Luego rellenó un Euromillón (bote de
treinta y seis millones) y finalmente recogió el décimo de lotería al que
estaba abonado (otros tres millones). Esa semana tenía que tocar algo por
narices. No era posible que, gastándose lo que se gastaba, llevara seis meses
sin pillar un mal reintegro. Uno de esos días iba a ganar un saco de millones y
se iba a enterar el mundo. No podría ser tanta mala suerte acumulada, en algún
momento la vida le tenía que compensar.
La venganza es dulce y además no engorda, de Gervasio Posadas.
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