No la llevamos en oscuros
amuletos,
Ni escribimos arrebatados
suspiros sobre ella,
No perturba nuestro amargo
sueño,
Ni nos parece el paraíso
prometido.
En nuestra alma no la
convertimos
En objeto que se compra o
se vende.
Por ella, enfermos,
indigentes, errantes
Ni siquiera la recordamos.
Sí, para nosotros es
tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es
piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos,
aplastamos
Esa tierra que con nada se
mezcla.
Pero en ella yacemos y
somos ella,
Y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.
Ana Ajmátova
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