Hace un tiempo una amiga me habló de un
antiguo conocido quien, como cada noche, se fue a dormir. Hasta el día
siguiente, en teoría. Pero ese día siguiente nunca llegó y cayó en un sueño
eterno. Uno se queda especialmente desconcertado en estos casos, y mucho más si
se trata de una persona joven y sana. Por eso yo en estos casos me hace ciertas
preguntas. ¿Por qué nos preocupamos tanto a veces por ciertas cosas si luego,
bien pensado, tampoco tiene razón de ser tanto devaneo de sesos? Los seres
humanos nos agobiamos por naturaleza y una buena manera de minimizar estos
agobios es preguntarnos si dentro de un año, por ejemplo, esto mismo tendrá
importancia. Lo que pasa es que cuando hablamos de dentro de un año en realidad
estamos hablando del futuro y esto es algo que no existe. Lo que nos importa es
el presente. “Esto me pasa ahora y me preocupa ahora”, ¿para qué hablar de
dentro de un año? Por ejemplo, cuando te deja tu novio o tu novia: “¡Yo le
quiero, no puedo estar sin él!!” (todo esto acompañado de tirones de pelos o
bebiendo una cerveza tras otra). Luego, cuando luego conocemos a otra persona,
parece que todo vuelve a tener sentido.
Muchas veces los miedos nos paralizan y
nos impiden hacer o ser muchas cosas. Creemos que no valemos o que no lo
haremos bien, y esto sin haber empezado siquiera. Sin embargo, para llegar a
hacer algo, tenemos que creer que podemos hacer aquello que nos propongamos.
Hay veces que vale más no pensar demasiado porque, de hacerlo así, seguro que
encontraremos las excusas suficientes para quedarnos donde estamos. Otras veces
las ideas necesitan un poco más de maduración. Pero lo importante es que no
llegue el día en que tengamos la sensación de que hemos perdido el tiempo y nos
lamentemos. Cuando echemos la vista atrás sería muy triste que nos dijéramos a
nosotros mismos: ¿por qué no hice todo lo que podía haber hecho? Y nos
arrepentimos cuando ya es demasiado tarde, cuando ya no nos quedan fuerzas.
Cuando nos vamos a la cama, no sabemos que podemos no despertarnos; contamos
con levantarnos al día siguiente. Y ese día siguiente muchas veces transcurre
de la misma manera durante semanas, meses, años. Nuestra vida es una continua
rutina (del trabajo a casa, de casa al trabajo). Por eso, cuando se nos
enciende el piloto rojo, tenemos que hacer caso a esa señal, escuchar nuestra
voz interior que nos está queriendo decir algo. Y seguir ese camino, ese camino
que nos puede hacer felices…siempre y cuando creamos que merecemos ser felices.
Porque la vida pasa en un suspiro. Hay que atrapar las oportunidades que se nos
presentan porque cada oportunidad es un tren que puede que no vuelva a pasar.
Como no sabemos (¿o sí?) a dónde vamos
cuando nos dormimos, mejor tomar un poco de acción mientras estemos despiertos.
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