En el Big Ship de Butte oí
por primera vez a un minero pelirrojo de nombre Hickey Dewey que llamaba
Poisonville a la ciudad de Personville. Tenia la costumbre de convertir las
erres en diptongos, así que me importó poco su manera de nombrar la ciudad.
Luego volví a oír el mismo nombre de boca de hombres capaces de pronunciar bien
la erres. Lo tomé como una muestra más del humor vulgar que anima los retruécanos
propios de la jerga de los bajos fondos. Unos años después fui a Personville y
comprendí el exacto significado de esta palabra.
Utilizando uno de los
teléfonos de la estación llamé a Donald Willsson al Herald para decirle que
acababa de llegar.
—¿Podrá venir esta noche a mi casa a las diez?
—tenia una voz agradable pero seca—. La dirección es Mountain Boulevard, 2.101.
Coja un tranvía en Broadway y bájese en la confluencia con Laurel Avenue y
camine dos manzanas en dirección oeste.
Le prometí que iría. Fui al
hotel Great Western, dejé allí las maletas, y me fui a dar un vistazo a la
ciudad.
La encontré fea. Los
edificios hacían gala de una arquitectura afectada. Quizá había conocido
tiempos mejores. Los altos hornos, con sus chimeneas de ladrillo levantadas al
sur frente a una sombría montaña, habían impregnado la antigua pomposidad de
una capa de suciedad ocre y de un humo espeso. En consecuencia, sus cuarenta
mil habitantes vivían en una ciudad fea, hundida en un valle limitado por dos
insípidos montes; las minas contribuían en gran manera a la fealdad general.
Perdido entre las nubes negras que salían de las chimeneas de los altos hornos,
se veía el cielo.
El primer guardia que vi
llevaba varios días sin afeitarse. El segundo había perdido dos botones de su
poco limpio uniforme. El tercero ordenaba el tráfico en el cruce más importante
de la ciudad, el de Broadway y Union Street, con un cigarrillo en la boca. En
ese momento dejé de preocuparme por ellos.
Cogí un tranvía de Broadway
a las nueve y media y seguí las indicaciones de Donald Willsson. Así me fue
posible llegar a una casa situada en una esquina rodeada de un jardincito
artificial y una cerca.
Cosecha
roja,
de Dashiell Hammett.
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