Yo te
aprecio, mi puñal de noble acero.
Te forjó
para la venganza el soñador georgiano;
te afiló
para el combate el libre circasiano,
mas yo te
aprecio, claro y frío compañero.
Una mano
de lirio te puso en mi mano
a la
despedida, en prueba de amor,
y no fue
sangre lo que por ti se deslizó:
fue una
gota de llanto, clara perla de dolor.
Y llenos
de una tristeza misteriosa,
en mí se
detuvieron sus ojos negros.
En la luz
temblorosa, al igual que tu acero
se empañó
su mirada y lució más hermosa.
Eres mi
compañero, prenda de mudo amor.
De
ejemplo servirás a mi vida peregrina:
como tú,
no he de cambiar, y mi alma altiva,
como tú,
amigo fiel, será fuerte en el dolor.
Mijaíl Lérmontov (1837)
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